Severiano Solís Moro, “El Madreñinas”
Nació en Casomera donde se crio con cinco hermanos más, cuatro chicas y un chico, Vicente. Tradicionalmente su familia se dedicaba al ganado y a la fabricación de madreñas en la comarca y desde pequeño aprendió el trabajo ayudando a su padre.
En primavera y verano bajaba con su padre y su hermano desde Casomera al hayedo de Tejedo para trabajar la madera de este bosque de hayas. Allí se quedaban durante algunos meses en un chozo o pequeña cabaña cerca de un antiguo monasterio de monjes, (San Pelayo de Tejedo), mientras hacían las madreñas que luego vendían a los comerciantes.
Los fines de semana y las fiestas iban a descansar del trabajo a los pueblos de alrededor. Fue en uno de esos fines de semana en los que visitaron Tolibia de Abajo cuando conoció a la que sería su mujer Aquilina Suárez, hija del “Tío Ferrero” herrero del pueblo cuya herrería se encontraba junto al río pequeño (Arroyo de las Tolibias).
Se casó con Aquilina y vivió con su familia en la propiedad que poseían en el pueblo. Alternaba las labores del campo con su oficio de madreñero, además de trabajar en la mina de carbón de Matallana. Durante este tiempo tuvo 3 hijas Josefa, Gloria y Mª de los Ángeles a las que veía poco por su trabajo de minero.
Cuando estalla la Guerra Civil Española y tiene que incorporarse a filas, lucha en varios frentes entre ellos el de Teruel. Es detenido y llevado a la cárcel de León y más tarde trasladado a la cárcel de Valencia de Don Juan.
Mientras Severiano estaba en la cárcel, se producía la huida de lo rojos desde el Este de León hacia Asturias por el Valle del Curueño perseguidos por los nacionales. En está época, fueron quemados todos los pueblos del valle y sus habitantes obligados a refugiarse aguas arriba del Curueño, hasta llegar a Cerulleda, allí, Aquilina y sus hijas se unieron a muchos vecinos de los pueblos de la comarca: La Braña, Valdeteja, Nocedo, Arintero... etc.
Debido a la suma pobreza de las gentes y al poco sitio en las casas del pueblo tuvieron que establecerse en las eras y debajo de una peña, una especie de cuevona cerca del pueblo. En esta cueva “la Peña” como la conocían, permaneció Aquilina con sus tres hijas de 6, 3 años y apenas dos menes que tenía la más pequeña durante el invierno de 1936, sufriendo el frío, la lluvia y las nevadas sin nada, ya que todas sus pertenencias las habían enterrado en el corral de su casa ahora quemada.
Al tener conocimiento el herrero de Cerulleda de que la familia de su colega de Tolibia estaba en estas condiciones, les cedió una pequeña habitación de su vivienda para que se guareciesen del frío, aunque esto no evitaba que durante los avisos de los bombardeos y el paso de las tropas tuvieran que volver a huir a su refugio debajo de la peña donde pasaban muchas horas. Tal era el frío que el pis de las niñas más pequeñas se congelaba en las mantas que las envolvían, pues no podían encender fuego para no ser descubiertos. Desde allí contemplaban las carreras de los dos ejércitos persiguiéndose por los montes cercanos y a veces recibían algún disparo despiadado, quien sabe de que bando.
Los vecinos cansados de huir se plantaron ante el ejército rojo y dijeron que de allí no se movían, que si querían matarles que lo hicieran, cosa que no sucedió por las prisas que tuvieron al huir de los nacionales que finalmente conquistaron la comarca.
Todos los refugiados salieron a recibirlos como libertadores de sus penas, aunque más tarde comprobaron al regresar a sus quemadas casas, que además de echar a los rojos y liberarles, también habían saqueado todos los bienes y herramientas enterrados en sus tierras, así que se quedaron sin casa y sin las pocas pertenencias que tenían.
La familia se va a vivir a la fragua de Tolibia, que al tener los muros de piedra y estar un poco apartada del pueblo sobrevive a la quema. El resto de los vecinos del pueblo se refugia en “La Casa más Grande” otra gran casa que milagrosamente no se quemó, donde malviven hasta el final de la guerra.
Poco a poco se empiezan a reconstruir las casas con ayuda de un Plan del Gobierno llamado “Regiones Devastadas”, que ayudaba a la reconstrucción de las viviendas derruidas en la guerra.
La gente empieza a reorganizar su vida con la ayuda de los ganaderos de La Rivera, comarca del valle de León que no sufrió los saqueos de la guerra por estar en la parte nacional. Éstos prestaban ganado a las familias de las montañas para que lo explotasen a cambio de la mitad de las ganancias, (les prestaban sus vacas para trabajar las tierras y ovejas, a cambio les daban los terneros y corderos nacidos). De esta manera las familias de la montaña empiezan a rehacer sus pobres economías y sus vidas.
Aquilina y sus hijas pasan el invierno en el pueblo de La Vecilla en una casa alquilada, pagando con el dinero que gana lavando y planchando la ropa para las familias adineradas, y con el de los “puntos” que le da el Estado por sus hijas, pues Severiano se hace barbero en la cárcel y pagan a su familia por su trabajo.
Con las cartillas de racionamiento se alimentan en el Auxilio Social de La Vecilla donde van a comer y cenar y las niñas también asisten a la escuela del pueblo.
En verano suben a Tolibia a la fragua, donde conviven con Dámaso, Celedonia, Masines, Carpo y Carmina, hermanos y sobrinos de Aquilina. Las niñas van a la escuela del pueblo en la pequeña ermita de la fuente, ya que la escuela actual se construye mas tarde.
Vuelve Severiano de la cárcel después de 4 años y 3 meses y se quedan en Tolibia mientras se reconstruye su casa. Además de las labores del campo trabaja en la reconstrucción de las casas del pueblo y en la del cuartel de la Guardia Civil de Valdelugueros. Vuelve a trabajar en la mina de Matallana, en la de Tolibia de Arriba y en la mina de cobre de La Venta. Aquilina sigue trabajando para las familias adineradas del pueblo lavando y planchando.
Más tarde, Severiano deja la mina y comienza a trabajar las tierras y a cuidar el ganado de Amalia, vecina de Tolibia con la que acuerda repartir a medias las ganancias.
Nace su cuarta hija Blanca. Severiano compagina el trabajo con el ganado y el campo con los oficios de barbero y madreñero.
Hace madreñas durante el año para llevarlas a León a los almacenes “El Lobo” donde trabajan sus hermanas Gloria y Celestina quienes pintan a mano con adornos las madreñas de Severiano para su venta.
Hacía madreñas de encargo para las gentes de valle. Bajaba al hayedo de Tejedo con su hija mayor Josefa y algún mozo del pueblo al que pagaba por llevar su pareja de bueyes con el carro para cortar, trocear y cargar la madera de las hayas que previamente compraba. Allí se cortaban y troceaban con unas cuñas de metal en cuartos los trozos de tronco que se cargaban en los carros para su transporte hasta Tolibia.
La vida continúa y sus hijas se hacen mayores, se casan y emigran a Bilbao, Madrid y Bélgica, buscando trabajo y mejor vida. Severiano y Aquilina viven en Tolibia hasta casi el final de sus días.
Bueno, esta es la historia de mi familia materna, llena de tragedias y miserias como la de muchas mas familias de la comarca, pero me gustaría que se recordase a un paisanín de Casomera que se dedicaba a hacer madreñas y a su mujer “El Madreñinas y Aquilina”, mis abuelos.
Firmado: Arturo Corral Solís
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Una vez dicho esto, gracias Arturo por tu inestimable colaboración. Esperamos contribuir a que la dura historia de tu familia llegue a los corazones de nuestros lectores. Un abrazo.
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